Toda la vida es prácticamente un trabajo de ventas. Que triunfemos o fracasemos depende en gran medida de qué tan bien motivamos a los seres humanos con quienes lidiamos a que nos compren y qué tenemos para ofrecer. El éxito o el fracaso en este trabajo es esencialmente un asunto de relaciones humanas.
Es algo que depende de la clase de reacción que generamos en nuestros parientes, clientes, empleados, empleadores, compañeros de trabajo y asociados. Si esta reacción es favorable tenemos gran probabilidad de éxito. Si la reacción es desfavorable estamos perdidos.
El pecado mortal en nuestra relación con las personas es que no las valoramos. No hacemos el esfuerzo activo y continuo de hacer y decir aquellas cosas que les harán vernos con buenos ojos, creernos y crear en ellos el deseo de trabajar con nosotros para la realización de nuestros deseos y propósitos.
Vez tras vez, vemos a individuos y organizaciones que se desempeñan a una mera fracción de su potencial de éxito, o que fracasan por completo por la simple razón de liaber descuidado el elemento humano en la vida y los negocios.
Dan por sentadas a las personas y sus acciones. Sin embargo, son estas personas y sus respuestas las que determinan su éxito o fracaso.
Robert W. Woodruff